Día 1, tienes delante a una serie de completos desconocidos que van a depositar en ti todas sus esperanzas y deseos de futuro. Esos estudiantes que día tras día se van convirtiendo en personas más cercanas con las que compartes risas, frustraciones, esperanzas, miedos, deseos y dudas.
Tras cinco años de enseñanza, he podido ver cómo pasan por mi clase todo tipo de estudiantes, cada uno de ellos con una historia distinta. Muchos de ellos llegan con diferentes situaciones, unos necesitan el inglés para su carrera, otros para su trabajo y otros lo aprenden como hobbie... pero todos tienen algo en común: que te han elegido a ti para que les enseñes. Por eso es importante que los estudiantes elijan bien el método para aprender inglés, y para mí, sin duda, la mejor manera de aprender un idioma es con un profesor especializado, en una academia que cumpla con la filosofía de un buen aprendizaje de un idioma.
Por lo tanto, ya que esos estudiantes han acudido a ti, recae en nosotros un gran peso. Somos educadores, transmisores de conocimientos y los estudiantes confían en nosotros para que les ayudemos en sus vidas, tanto educativamente, como emocionalmente, ya que aparte de profesores, somos personas que hemos pasado por lo mismo que ellos, y quién mejor para ayudarles que alguien que ha pasado por lo mismo.
Llega el día del examen, y esas personas que un día fueron irrelevantes en mi vida, pasan a transmitirme sus nervios, y me pongo en su lugar, les acompaño hasta el último momento y les animo. Es ahí cuando me doy cuenta de que todo mi esfuerzo ha merecido la pena, al ver sus caras después del examen, cuando me dan las gracias por haberles enseñado todo y por haber sido cómplice de un gran cambio en sus vidas.
Sin duda, he elegido una profesión gratificante, ya que no hay mayor satisfacción tras un largo curso, que ayudar a los demás a progresar en sus vidas y mejorar su futuro.
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